El alcohol como desinfectante es un mito que pervive. Incluso hay quienes creen que puede prevenir la intoxicación alimentaria. Ya en la pandemia, había muchos bulos sobre el alcohol para eliminar el covid19, tan peregrinos como la idea de Donald Trump de inyectarse desinfectante para combatirlo. Sin embargo, un reciente artículo de The New York Times arroja luz sobre la verdadera efectividad del alcohol en intoxicaciones alimentarias, revelando que no es la solución mágica que muchos creen.
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Una intoxicación por salmonelosis en España
La idea de que el alcohol puede prevenir enfermedades causadas por alimentos contaminados proviene de estudios antiguos que mostraron una correlación entre el consumo de alcohol y la reducción de casos de intoxicación. Por ejemplo, un estudio del Centro de Salud Pública de Castellón y del Hospital Gran Vía de esta localidad española, de 2002, sobre un brote de Salmonella en un banquete, que indicó que aquellos que bebieron tres o más bebidas alcohólicas tenían un 46% menos de probabilidades de enfermarse que los que no bebieron. Los autores solo se preguntaban si habría alguna relación de causa-efecto, pero en ningún momento establecieron una relación directa. Es más, dijeron que “estos hallazgos no significan que las bebidas alcohólicas deban recomendarse como factor protector contra las enfermedades infecciosas transmitidas por los alimentos”.
El artículo también pone de ejemplo otra investigación de 1992 publicada en Epidemiology sobre un brote de hepatitis A en Florida sugirió que aquellos que bebieron vino o whisky con ostras contaminadas tenían un 90% menos de probabilidades de enfermarse que los que no consumieron alcohol. Sin embargo, el estudio incluyó 51 personas, una muestra de la que no puede deducirse nada, ya que puede haber muchos factores asociados al comportamiento de esas personas.
La paradoja francesa con el vino
Que dos hechos se produzcan a la vez no quiere decir que uno sea la causa del otro, a pesar de que esa falsa creencia llegue a estar tan extendida que se popularice durante décadas, como le ocurrió a la famosa “paradoja francesa”, un término que se popularizó en los años 90 para describir una aparente contradicción observada entre la dieta y los hábitos de vida de los franceses y su baja tasa de enfermedades cardíacas. Aunque en Francia se consume una dieta rica en grasas saturadas, como queso y mantequilla, el país registraba tasas muy bajas de enfermedades coronarias en comparación con otras naciones con hábitos alimenticios similares, como Estados Unidos.
La teoría más aceptada en aquel momento era que el consumo regular de vino tinto, particularmente en las comidas, ayudaba a proteger el corazón gracias a los antioxidantes presentes en el vino, como el resveratrol. Esto llevó a la creencia de que el vino tinto podría ser un «factor protector» que compensaba los efectos negativos de una dieta alta en grasas saturadas.
Estudios observacionales apoyaron la paradoja francesa, sugiriendo que los polifenoles del vino tinto, como el resveratrol y los flavonoides, podrían tener efectos antioxidantes y antiinflamatorios, mejorando la salud cardiovascular. La industria del vino se benefició de esta idea, y el vino tinto pasó a ser visto por muchos como un complemento «saludable» para la dieta, a pesar de su contenido alcohólico. Se escribieron muchos libros al respecto, se vendieron pastillas de resveratrol como soluciones mágicas, los viticultores multiplicaron sus ventas y muchos médicos recomendaron vino a sus pacientes hasta ahora. Las consecuencias de esa creencia en el consumo de la población y los problemas de salud que ocasionaron en miles (o millones) de personas aún no se conocen bien.
Y es que, estudios recientes han empezado a desmontar la paradoja francesa, sugiriendo que la relación entre el consumo de vino y la salud cardiovascular no es tan simple como se creía. Aquí algunos puntos clave que explican esta revisión:
- Factores socioeconómicos y estilo de vida: Investigaciones más detalladas han señalado que la paradoja francesa puede no estar relacionada tanto con el consumo de vino como con otros factores del estilo de vida en Francia. Por ejemplo, los franceses tienden a tener un acceso más regular a alimentos frescos, más tiempo para comer y, en general, menos estrés relacionado con el trabajo, lo que podría tener un impacto positivo en la salud cardíaca.
- El problema del consumo de alcohol: Mientras que se observan algunos beneficios a nivel cardiovascular con el consumo moderado de vino tinto, la investigación ha dejado claro que el consumo de alcohol, en general, está relacionado con otros riesgos importantes para la salud, incluyendo el aumento de cánceres, daño hepático y efectos negativos en el cerebro. Un estudio publicado en The Lancet concluyó que no existe un nivel de consumo de alcohol que sea completamente seguro para la salud, y que los riesgos aumentan con cada trago adicional.
- El papel limitado del resveratrol: Aunque los estudios in vitro y en animales mostraban beneficios del resveratrol (un compuesto presente en el vino tinto), estudios en humanos han demostrado que las cantidades necesarias para obtener los beneficios observados en el laboratorio son mucho mayores que las que se pueden obtener consumiendo vino de manera realista. Esto sugiere que los efectos positivos del resveratrol han sido exagerados.
- Disminución en las tasas de enfermedades cardíacas: A lo largo de las últimas décadas, las tasas de enfermedades cardíacas en Francia y otros países han disminuido gracias a mejoras en la medicina, cambios en las dietas y el aumento de la conciencia sobre el ejercicio físico. Estos cambios sugieren que el vino tinto no era el único, ni el principal, factor protector en la dieta francesa.
La clave: el estilo de vida
En definitiva, aunque la paradoja francesa llevó a la creencia de que el vino tinto era un factor importante para la salud del corazón, estudios recientes sugieren que su efecto ha sido sobrevalorado. La buena salud cardíaca observada en Francia parece estar más relacionada con el estilo de vida general y los hábitos alimenticios que con el consumo de alcohol. Además, el consumo de alcohol, incluso moderado, presenta riesgos que deben ser considerados. Así, la recomendación general es que los beneficios potenciales del vino tinto no justifican sus riesgos para la salud.
En el caso de las intoxicaciones alimentarias, aunque es cierto que el alcohol tiene propiedades antibacterianas en concentraciones elevadas, como las que se encuentran en desinfectantes, las concentraciones presentes en el vino, la cerveza o el licor no son suficientes para matar patógenos de alimentos en el intestino. De hecho, un estudio de 2001 demostró que aunque el vino puede matar Salmonella en un laboratorio, no tuvo ningún efecto protector cuando se administró a ratones.
Estos mitos crean una falsa idea de beneficios del alcohol que son peligrosos. En realidad, el alcohol, incluso en cantidades moderadas, puede tener efectos perjudiciales en el organismo a largo plazo, como hemos contando en #SaludsinBulos. Es esencial que las recomendaciones de salud se basen en evidencia científica y no en creencias populares o en estudios limitados y antiguos.