Las personas que pasan mucho tiempo en redes sociales son las más susceptibles a creerse los bulos, según un estudio publicado en mayo en la revista PLOS ONE. Los autores de la investigación han identificado un patrón de comportamiento llamado «uso problemático de redes sociales (UPRS)», en el que una persona utiliza las plataformas sociales de manera excesiva y compulsiva, experimentando dificultades para controlar su uso y afectando negativamente su vida diaria. Este tipo de uso ha sido asociado con características como la impulsividad y la toma de decisiones arriesgadas.
Los investigadores Dar Meshi y Maria D. Molina, del Departamento de Publicidad y Relaciones Públicas de la Universidad Estatal de Michigan, llevaron a cabo un experimento en línea con 189 participantes, en su mayoría estudiantes universitarios con una edad promedio de 19,8 años. A los participantes se les presentaron 20 noticias en formato de publicaciones en redes sociales, de las cuales 10 eran verdaderas y 10 falsas, en orden aleatorio. Se les pidió que evaluaran la credibilidad de cada noticia y que indicaran su intención de interactuar con ellas (hacer clic, dar «me gusta», comentar o compartir).
El análisis de los datos reveló que aquellos participantes con niveles más altos de UPRS tendían a:
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Considerar más creíbles las noticias falsas.
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Mostrar una mayor intención de interactuar con las noticias, independientemente de su veracidad.
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Tener una mayor probabilidad de hacer clic específicamente en noticias falsas.
Estos resultados sugieren que el uso excesivo y compulsivo de las redes sociales puede disminuir la capacidad de las personas para discernir entre información verdadera y falsa, aumentando así el riesgo de propagación de desinformación.
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Implicaciones para la salud pública
La difusión de noticias falsas, especialmente en temas de salud, puede tener consecuencias graves, como la adopción de prácticas médicas no respaldadas por evidencia científica o la desconfianza en las instituciones de salud. Este estudio, en línea con lo que recomendamos en el Instituto #SaludsinBulos, destaca la necesidad de:
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Fomentar el pensamiento crítico y la alfabetización mediática entre los usuarios de redes sociales.
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Desarrollar intervenciones que ayuden a las personas a reconocer y controlar el uso problemático de las redes sociales.
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Implementar estrategias para identificar y frenar la propagación de noticias falsas en las plataformas digitales.
Instagram y YouTube son las plataformas más utilizadas para difundir desinformación relacionada con la nutrición, según una revisión sistemática de investigadores españoles publicada en Nutrición Hospitalaria en abril de 2025. Eso incluye dietas milagrosas sin respaldo científico, recomendaciones alimentarias no verificadas y vínculos falsos entre ciertos alimentos y la prevención o cura de enfermedades. La mayoría de estos contenidos carecen de evidencia científica y pueden poner en riesgo la salud pública.
Un estudio publicado en JAMA Network Open analizó 982 publicaciones en Instagram y TikTok, encontrando que el 87% de las publicaciones promovían pruebas médicas sin mencionar posibles riesgos. Solo el 6% advertía sobre el riesgo de sobrediagnóstico y el 68% de los influencers tenía intereses financieros en la promoción de estas pruebas.
La consecuencia es más palpable en personas con baja alfabetización. Un análisis de 2025 basado en la Encuesta Nacional de Tendencias de Información en Salud (HINTS) de EE. UU. reveló que más de un tercio de los usuarios perciben altos niveles de desinformación en salud en redes sociales, aproximadamente dos tercios encuentran difícil discernir entre información verdadera y falsa en estas plataformas y aquellos con menor alfabetización digital tienen más dificultades para identificar información errónea. Estas percepciones afectan negativamente la comunicación en salud y la toma de decisiones informadas.