Azúcares de las frutas

Desde hace algunos años el azúcar está en el punto de mira de la salud pública y se ha convertido justificadamente en el nuevo enemigo dietético a combatir.

Tras décadas señalando a las grasas saturadas de ser las culpables de las conocidas como “enfermedades de occidente” (enfermedades crónicas no transmisibles de alta prevalencia relacionadas con el estilo de vida, como la obesidad y la enfermedad cardiovascular), el conocimiento científico actual descarta esta idea y se centra en el potencial nocivo de los patrones dietéticos de las sociedades más desarrolladas, caracterizados por un alto consumo de alimentos ultraprocesados que aportan grandes cantidades de azúcares libres (y también de grasas saturadas, pero no como nutriente aislado, sino embebidas en determinado tipo de producto).

De hecho, en España el 31,7% de la energía y el 80,4% de los azúcares añadidos que ingerimos procede de este tipo de productos.

La poderosa injerencia de la industria alimentaria en la investigación científica durante los años 60 también contribuyó notablemente a alejar el foco de los azúcares añadidos para centrarla en las grasas saturadas, lo que condicionó las políticas de salud pública.  Una intromisión que continúa esforzándose en influir en las decisiones políticas, como hemos sabido recientemente.

Azúcares en frutas y verduras

Aunque el mensaje actual que se envía a la población enfocado en la reducción del consumo de azúcar es acertado, es posible que no se esté transmitiendo ni interpretando correctamente. Tal como se presenta, al consumidor le llega una información sin matices que identifica el término azúcar con un nutriente insano, cuando la evidencia científica considera probado que los azúcares simples que se encuentran en las materias primas (frutas y verduras, fundamentalmente) no tienen efectos adversos para la salud.

Así se encarga de recogerlo la OMS en sus recomendaciones sobre ingesta de azúcares, distinguiendo los azúcares libres y los azúcares intrínsecos, como concepto básico para establecer sus directrices. Estas consisten en recomendar de forma firme reducir el consumo de azúcares libres a menos del 10% de la ingesta calórica total (unos 50g al día para una dieta de 2000kcal) y consideran que una reducción por debajo del 5% produciría beneficios condicionales.

De esta forma, los azúcares libres que hay que limitar son los azúcares simples (monosacáridos y disacáridos) añadidos a los alimentos por los fabricantes, por el consumidor o en el procesado culinario, y los azúcares presentes de forma natural en la miel, jarabes y zumos de fruta.

Por otra parte, los azúcares intrínsecos, para los que no se establece restricción, son los contenidos en la estructura intacta (sin triturar, exprimir o licuar) de frutas y verduras, y los que están de forma natural en la leche.

Las razones por las que los azúcares intrínsecos no tienen efectos perjudiciales son diversas y en muchos casos no se conocen en su totalidad. Pero sí sabemos que los alimentos no son una suma de nutrientes aislados, sino que deben considerarse como un todo con determinadas características físico-químicas y estructurales, en el que los distintos componentes de la matriz están interactuando entre sí, facilitando o dificultando la disponibilidad de los compuestos. Además, el procesado de las materias primas influye de forma directa sobre la estructura y, consecuentemente, sobre su efecto metabólico (con un impacto negativo en el caso de los alimentos ultraprocesados).

Alimentos para bebés

En este marco, pretender promocionar productos ultraprocesados como una opción más saludable que las frutas o las verduras basándose en su contenido en azúcares, es una estrategia falaz que aprovecha y potencia el desconocimiento de los consumidores.

Si además, como ha pasado recientemente, el producto en cuestión está destinado a niños de muy corta edad y su publicidad va dirigida a los padres (para los que la alimentación de sus bebés supone un motivo de preocupación básica), se pone de manifiesto la falta de compromiso social de la empresa y su deslealtad con la población.

1 comentario

    […] En este artículo se detalla que, para la OMS, los azúcares libres son los azúcares simples (mono y disacáridos) que se encuentran de forma natural en la miel, los jarabes y los zumos, y los que se añaden intencionadamente durante el procesado o el cocinado. Estos son diferentes de los azúcares simples de la fruta y de la leche, que la OMS considera intrínsecos. Este organismo establece recomendaciones solo para los azúcares libres, para los que recomienda reducir la ingesta a menos del 10% del valor calórico total (VCT) e, idealmente, a menos del 5%. […]

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