El consumo de bebidas alcohólicas y las infecciones

Algunas personas tienen la creencia errónea que el vino puede proteger del resfriado o de la gripe. Esta creencia no tiene ningún fundamento científico, pero ha sido objeto de alguna noticia, supuestamente basada en un artículo publicado en la revista Science de 4 de agosto de 2017.
The microbial metabolite desaminotyrosine protects from influenza through type I interferon.

Este artículo presenta un estudio efectuado con ratas y afirma que un producto de los microbios del intestino de las ratas (la desaminotirosina) podría proteger de la infección gripal y, por otro lado, que una dieta enriquecida con flavonoides podría modular la respuesta inmunitaria a la infección por el virus de la gripe, lo cual ha sido comentado en una noticia del 3 de agosto de 2017 por una revista de Estados Unidos.

Pues bien, resulta que ni el artículo original de Science, ni tampoco el artículo periodístico posterior, hablan del vino en ningún momento y sin embargo, alguien en España ha relacionado los flavonoides con el vino y, a partir de esta supuesta relación, ha lanzado el mensaje de que el vino puede proteger del resfriado.

Evidencia científica

Esta afirmación, no tan sólo es una especulación que carece del fundamento científico y que además no tiene nada que ver con el artículo de Science, sino que además es contraria a todos los hallazgos científicos que confirman que el consumo excesivo de bebidas alcohólicas –que incluyen también el vino- aumenta la vulnerabilidad hacia las infecciones, debido a que debilitan la respuesta inmunitaria del organismo.

Desde que fueron descubiertas las infecciones y las epidemias por enfermedades infecciosas, se ha establecido la evidencia científica de que el consumo excesivo de alcohol favorece las infecciones: tuberculosas, meningitis bacterianas y también neumonías.

De hecho, el consumo excesivo continuado de alcohol tiene efectos pro-inflamatorios e interfiere la normal respuesta inmunitaria del organismo, aumentando la vulnerabilidad hacia las infecciones tanto víricas como bacterianas. Decir lo contrario seria por tanto una gran incoherencia, ya que el consumo de alcohol favorece el contagio de enfermedades infecciosas, facilita su empeoramiento progresivo e interfiere en su recuperación.

Enfermedades de transmisión sexual

Por ejemplo, con respecto a las enfermedades infecciosas de transmisión sexual, como las hepatitis víricas, la infección por el virus de la inmunodeficiencia, sífilis, gonorrea, clamidias, tricomonas, virus del papiloma y otras; un estudio asegura que un “atracón” de bebida favorece la desinhibición conductual que propicia el contacto sexual no planificado (o incluso no deseado), que probablemente será “no protegido” y que aumentará la probabilidad de contagio de infecciones.

Una vez establecido el contagio, un consumo frecuente y excesivo de alcohol favorece una deficiente respuesta inmunitaria del organismo y, por tanto, una mayor y más rápida progresión de la enfermedad infecciosa. Y además, durante el tratamiento, el consumo de alcohol sigue interfiriendo la normal respuesta inmunitaria, disminuye la eficacia de los medicamentos y el buen cumplimiento de su toma diaria, la cual es imprescindible para que dichos medicamentos sean eficaces.

Como contrapartida, el resultado del tratamiento del SIDA mejora significativamente para las personas que, teniendo adicción al alcohol, siguen un tratamiento especializado del alcoholismo y consiguen dejar de beber o, por lo menos, reducir sustancialmente su consumo de alcohol.

Los flavonoides son de origen vegetal

Por otro lado los flavonoides, estas sustancias que tienen propiedades antioxidantes y que favorecen la salud, son de origen vegetal y se encuentran en determinadas frutas y vegetales, como los arándanos, frambuesas o la uva. Por, tanto, no es necesario beber vino para beneficiarse de los supuestos efectos beneficiosos de los flavonoides, sino que es suficiente y mucho mas natural comer uva o frutos rojos, otras frutas y determinados vegetales.

Además, otro importante protector de los resfriados es la vitamina C que podemos obtener de los cítricos y sobretodo de las naranjas. Por tanto, si queremos protegernos de los resfriados y de la gripe, conviene comer frutas -sobretodo naranjas- y también vegetales. Además es importante lavarse las manos, tras haber tocado a otra persona u objeto contraminados por el virus. Finalmente, si una persona se ha contagiado del resfriado o de la gripe, conviene hacer reposo, evitar el enfriamiento e ingerir abundantes líquidos.

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