El consumo excesivo de bebidas alcohólicas puede producir deterioro cognitivo, hasta llegar a la demencia

Divulgar que las bebidas alcohólicas pueden ser beneficiosas para ‘esto’ o para ‘aquello’ es un truco al que muchas personas bebedoras o también vendedoras recurren, para generar unas falsas expectativas que apoyen sus intenciones. En esta ocasión han querido relacionar el consumo de cerveza con el riesgo de demencia.

Estudios que tienen una verdadera base científica y que han sido publicados en revistas prestigiosas y rigurosas, han llegado a la conclusión que el consumo de bebidas alcohólicas aumenta el riesgo de demencia en proporción a la cantidad de alcohol consumida durante años.

Por si alguien todavía lo duda, la cerveza es una bebida alcohólica, es decir que contiene alcohol en proporción volumétrica a su graduación. Por ejemplo, una cerveza de 5 grados contiene un 5% de alcohol y la cantidad de alcohol ingerida va en proporción, no sólo a la concentración sino también a la cantidad de cerveza que la persona ingiere por ocasión y también a lo largo del tiempo.

El consumo de alcohol no tiene ningún efecto beneficioso para el cerebro

En un estudio efectuado por Paul y colaboradores, que fue publicado en la prestigiosa revista Archives of Neurology en 2008, se practicó una resonancia magnética cerebral a 1839 personas, distribuidas según su consumo semanal de alcohol en 5 grupos: abstemios, ex-bebedores, con un consumo pequeño (1-7 consumiciones a la semana); consumo moderado (8-14 consumiciones a la semana y consumo elevado (más de 14 consumiciones a la semana).

Detectaron una relación inversa de tipo dosis-respuesta, de manera que cuanto mayor fue su consumo de alcohol más pequeño resultó ser el volumen del cerebro. Los autores concluyeron que el consumo de alcohol no tiene ningún efecto beneficioso para el cerebro. El alcohol contenido en las cervezas es una sustancia potencialmente adictiva.

Estudios más recientes confirman que el consumo de bebidas alcohólicas puede producir un deterioro cognitivo, es decir, pérdida de memoria, capacidad de concentración, de coordinación de movimientos y de funciones ejecutivas (Venkataraman y colaboradores, 2017).

Otro estudio ha comprobado que tomar más de 100 gramos de alcohol a la semana va asociado a un mayor riesgo de demencia (Sabia y colaboradores, 2018). Cien gramos de alcohol a la semana equivalen a 1 botella de vino (de 12 grados), o bien a 3 litros de cerveza (de 5 grados), o bien a 6 copas o combinados de licores destilados (de 40 grados), repartidos a lo largo de toda la semana.

Daño cerebral y alcohol

El daño cerebral relacionado con el alcohol puede ser debido tanto a sus efectos tóxicos directos, como también a la disminución de vitaminas fundamentales para el cerebro, como son la vitamina B1 (tiamina) y la nicotinamida. Y también de las que son imprescindibles para el crecimiento y la regeneración de las células, como la B12 y el ácido fólico.

También otras consecuencias del consumo excesivo de alcohol, como al deterioro de la circulación sanguínea cerebral o los traumatismos cráneo-encefálicos pueden contribuir al deterioro cognitivo y, al mismo tiempo, en algunos casos pueden estar relacionados también con el consumo excesivo de alcohol.

Con frecuencia, la persona que bebe alcohol en exceso pierde el apetito y puede entrar en estados de desnutrición y déficit de vitaminas. Si además presenta diarreas, es probable que tenga malabsorción intestinal y que, aunque su nutrición fuera correcta, no llegue a incorporar las vitaminas que se absorben en el los intestinos.

Niveles de deterioro cognitivo asociados al alcohol

Existen tres niveles de deterioro cognitivo causado por el consumo excesivo de alcohol. El deterioro cognitivo leve, el trastorno amnéstico persistente y la demencia alcohólica.

Deterioro cognitivo leve

Los menores, las mujeres y las personas mayores de 65 años son más sensibles al daño cerebral relacionado con el alcohol. Dicho daño cerebral mejora sustancialmente a los pocos meses de haber dejado de tomar bebidas alcohólicas, pero se requieren de 2 a 3 años sin beber para conseguir la total recuperación. Una recuperación que se produce cuando el deterioro cognitivo es sólo leve.

Trastorno amnéstico persistente

Cuando el deterioro es persistente, (como sucede en el Trastorno Amnéstico Persistente, también llamado Síndrome de Korsakoff), o cuando ya se ha desarrollado una demencia alcohólica, (la cual se manifiesta con los mismos síntomas que la Demencia de Alzheimer), si la persona deja de beber todavía puede hacer una vida adaptada, pero si sigue bebiendo suele presentar graves alteraciones del comportamiento que repercuten negativamente en las personas de su entorno.

Demencia alcohólica

El alcoholismo o adicción al alcohol es el mayor factor de riesgo de inicio en todo tipo de demencias y sobretodo en las de inicio precoz (Schwarizinger y colaboradores, 2018). Al mismo tiempo, es el factor de riesgo que se podría eliminar, si una persona reduce su consumo de alcohol por debajo de los 100 gramos de alcohol a la semana y especialmente si evita hacer ‘atracones’ de bebida, es decir, tomar más de 4 consumiciones de alcohol en poco rato (más de 3 si es una mujer).

Amnesia circunscrita (blackout)

Por encima de este consumo de alcohol se puede producir incluso un episodio de amnesia circunscrita (blackout), es decir que afecte solamente a las horas en las cuales la concentración de alcohol en el organismo fue máxima, como consecuencia de un ‘atracón’ de bebida.

Supuestos ¿beneficios? de la cerveza

El consumo excesivo de alcohol puede afectar también a los nervios periféricos (polineuropatía), que transportan la sensibilidad al tacto y al dolor, así como también el impulso nervioso a los músculos del organismo. También puede afectar al nervio óptico y puede llegar a producir una neuritis óptica con grave pérdida progresiva de la visión.

Todas estas consecuencias sobre el sistema nervioso central y periférico pueden mejorar si la persona reduce o suprime su consumo de alcohol, pero van a seguir empeorando inexorablemente si la persona sigue tomando las mismas cantidades de alcohol que antes.

La cerveza no quita la sed

Conviene tener en cuenta además que la cerveza no quita la sed. Tras beber una cerveza es probable que la persona sienta la necesidad de tomar otra cerveza o alguna bebida más fuerte. Incluso algunas personas sienten la necesidad de fumar un porro o tomar cocaína.

La cerveza no quita el calor

La cerveza tampoco quita el calor. Por el contrario, debido a que contiene calorías, aumenta la temperatura corporal y contribuye a que una persona gane peso, un efecto no deseado para las personas que procuran no engordar o que están haciendo una dieta para adelgazar.

Los mensajes a la población, basados en la evidencia científica, deberían enfatizar el daño potencial del consumo excesivo de alcohol

La cerveza sí aumenta el riesgo de cáncer de mama y de intestino grueso

Por otro lado, una cerveza cada día aumenta el riesgo de cáncer de mama y de intestino grueso en un 6% y dicho porcentaje aumenta en proporción al número de cervezas tomadas cada día.

Cerveza y el síndrome alcohólico-fetal

Si una mujer está embarazada, la cerveza puede causar un síndrome alcohólico-fetal. Es decir un trastorno que se manifiesta con malformaciones de órganos vitales y también con retraso mental por afectación del cerebro.

Estas malformaciones y el retraso mental persisten durante toda la vida y producen una discapacidad permanente que perjudica tanto a quien la padece como a sus familiares.

Además, una cerveza y media en una mujer, o dos cervezas en un hombre, superan el límite legal para conducir, ya que aumentan a 2 veces y media el riesgo de accidentes de tráfico.

El alcohol es una sustancia adictiva

Finalmente, el alcohol contenido en las cervezas es una sustancia potencialmente adictiva, es decir, que puede contribuir al desarrollo de adicción al alcohol o alcoholismo. La persona que ha desarrollado una adicción al alcohol ‘necesita‘ mantener un consumo excesivo de alcohol, a pesar de que le ocasione consecuencias negativas o ‘problemas’ reiterados. Y no es porque realmente quiera hacerlo, sino porque no puede evitarlo.

Además tiene dificultades para controlar las cantidades de alcohol que ingiere y en cuanto toma una primera copa, experimenta un deseo intenso de seguir bebiendo rápidamente, con dificultad para detener el consumo, y acaba bebiendo en exceso. Es decir, no puede evitar las consecuencias negativas de sus consumos excesivos de alcohol.

Por lo tanto, los mensajes a la población, basados en la evidencia científica, deberían enfatizar el daño potencial del consumo excesivo de alcohol en lugar de promover su consumo, con falsas expectativas sobre falsos beneficios para la salud. Y destacar también la necesidad y los beneficios del tratamiento especializado del alcoholismo, para las personas que han desarrollado una adicción al alcohol.

Prevención del deterioro cognitivo y la demencia

Como contrapartida, en lugar de tomar bebidas alcohólicas, las personas que quieran prevenir el deterioro cognitivo y la demencia, mejorando además su salud y su calidad de vida tendrían que hacer:

  1. un ejercicio moderado, (como caminar o nadar, un rato cada día);
  2. beber agua suficiente (en lugar de otro tipo de bebidas);
  3. comer con poca sal;
  4. evitar la ingesta excesiva de hidratos de carbono (dulces, pastas, féculas) y también de grasas;
  5. controlar su peso y evitar engordar por encima del peso ideal;
  6. mantener una ingesta moderada, pero continuada, de proteínas (carnes blancas, pescado y otras);
  7. ingerir cereales, legumbres, algunos frutos secos, frutas, verduras y los vegetales crudos de las ensaladas, que son los que de verdad contienen vitaminas y productos antioxidantes, (además de la fibra que favorece el tránsito intestinal);
  8. dormir entre 6 y 8 horas todos los días y;
  9. evitar el consumo de bebidas alcohólicas o, por lo menos, limitarlas a un máximo de una consumición al día.
Referencias bibliográficas
  • Paul CA, Au R, Fredman L, Massaro JM, Seshadri S, decarli C, Wolf PA. (2008). Association of alcohol consumption with brain volume in the Framingham Archives of Neurology. 65 (10): 1363-1367.
  • Venkataraman A, Kalk N, Sewell G, Ritchie CW, Lingford-Hughes A. (2017). Alcohol and Alzheimer’s Diasease – Does alcohol dependence contriubute to beta-amyloid deposition, neuroinflamation and neurodegeneration in Alzheimer’s Disease? Alcohol and Alcoholism, 52(2) 151-158.
  • Sabia S, Fayosse A, Dumurgier J, Dugravot A, Akbaraly T, Britton A, Kivimäki M, Singh-Manoux A. (2018). Alcohol consumption and risk of dementia: 23 year follow-up of Whitehall II cohort study. BMJ. 362:k2927. doi:101136/bmj.h2927.
  • Schwarzinger M, Pollok BG, Hasan OSM, Dufouil C, Rehm J. (2018). Contribution of alcohol use disorders to the burden of dementia in France 2008-13: a nationwide retrospective cohort study. www.Thelancet.com/public-health. Vol 3 March.
  • Wood AM, Kaptoge s, Butterworth AS, Willeit P, Warnakula S, Bolton T, Paige E, Paul DS, et al. (2018). Risk thresholds for alcohol consumption: combined análisis of individual-participant data for 599 912 current drinkers in 83 prospective Studies. www.thelancet.com Vol 391 April 14.
  • Global Burden of Diseases, Injuries, and risk Factors Study 2016. Alcohol use and burden for 195 countries and territories, 1990–2016: a systematic analysis for the Global Burden of Disease Study 2016. www.thelancet.com Published online August 23, 2018.

1 comentario

    Creo que falta un punto número diez para el decálogo sobre la prevención: la abstinencia tabáquica.

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