Roi Piñeiro: «Nadie está a salvo de difundir un bulo»

Entrevistas tras 2 años de pandemia

Roi Piñeiro es Jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Universitario General de Villalba y experto en Infectología y Nefrología Pediátrica. Es uno de los pediatras más implicados en la difusión de información veraz sobre salud en los últimos años en España.

¿Cuál es la razón por la que se difunden los bulos?

No existe una sola respuesta. Es bien conocido que un bulo llega más lejos y más rápido que cualquier otra información verdadera.

La falta de valores en la sociedad actual, la necesidad de consumo de información rápida y no contrastada, el clickbait, la necesidad de pertenecer a un determinado grupo, el estilo con el que se redacta cualquier noticia falsa para que muchos peces piquen el anzuelo sin que importe la personalidad de cada pez, la velocidad con la que se propaga todo en redes sociales, etc.

Seguro que hay millones de motivos, y muy pocos culpables directos. O, dicho de otra manera, nadie está a salvo de difundir un bulo. Es probable que todos los miembros de una misma sociedad seamos culpables. Las nuevas tecnologías han llegado a nuestras vidas sin ningún tipo de formación previa. Creemos saber lo que hacemos, pero en realidad no tenemos ni idea de la repercusión que puede tener cada uno de nuestros actos, por inocentes que parezcan.

Bulos contra la salud pública

¿Existen bulos que puedan suponer una amenaza para la salud pública o la salud de los individuos?

Sí claro. Cualquier bulo que lleve a la población general a no vacunarse frente a una determinada enfermedad, genera una amenaza para la salud pública. Así lo ha descrito la propia OMS con respecto al movimiento antivacunas.

Toda noticia que invite al uso de pseudociencias y a abandonar tratamientos que la evidencia científica ha demostrado eficaces, repercute directamente sobre la salud de cada individuo. Resulta indignante la impunidad con la que los pseudocientíficos se mueven en casi todos los países. Estamos confundiendo la libertad individual con la delincuencia sanitaria.

El Estado debería regular qué técnicas con pretendida finalidad sanitaria se pueden aplicar y cuáles no, siempre en función de lo que dicte la evidencia científica actual. Debería también sancionar a todas las personas en las que se demuestre un daño tras la aplicación de una pseudoterapia, con mayor dureza si dicha persona además es un sanitario titulado. En este último caso, los colegios profesionales deberían inhabilitar a los sanitarios que se le alejen de forma reiterada y premeditada de la evidencia científica.

¿Te imaginas un médico recomendando fumar a sus pacientes? Seguro que no quedaría impune. Sin embargo, hoy puedes recomendar dióxido de cloro o clorito de sodio, y no pasa absolutamente nada. Tampoco si sugieres retirar una quimioterapia y a cambio utilizar homeopatía o agua magnetizada. En un país serio, esto es ridículo.

¿Cómo ha afectado la pandemia a la difusión de bulos sanitarios en España?

Desde mi punto de vista ha empeorado. Incluso diría que ha evolucionado. Hemos pasado de las dudas razonables sobre cualquier tratamiento médico, por ejemplo, la famosa “vacunofobia” que trato de “curar” en mi consulta de asesoramiento en vacunas, a las teorías de la conspiración. Puedo razonar con casi cualquier persona que las vacunas ya no llevan mercurio, que el aluminio es necesario para que funcionen y que está presente de forma natural en cientos de alimentos, o contar el enorme bulo de Wakefield sobre las vacunas y el autismo, que tanto daño hizo y sigue haciendo.

Sin embargo, ¿puedo razonar con alguien que las cucharillas no se quedan pegadas a la piel de los vacunados, que el grafeno no se está inyectando o que el 5G y Bill Gates no nos controlarán a todos el día de mañana? Son paranoias, propias de una persona con esquizofrenia. Aquí solo puede ayudarnos un psiquiatra.

Y son igualmente peligrosos. Cada individuo no vacunado frente al SARS-CoV-2 se pone en riesgo a sí mismo y al resto de la sociedad. No es serio que un país como el nuestro permita programas como La Quinta Columna, o que existan enormes carteles en las autopistas anunciando que “las vacunas contienen grafeno”. Esto no es libertad de expresión. Es autorizar y permitir el engaño de toda una población.

Bulos en España

¿Qué tipo de bulos ha detectado como predominantes en España?

Los comentados previamente. Con la pandemia la sociedad se ha polarizado. No hay puntos intermedios. Ha tocado tres palos de una baraja sobre los que todo el mundo tiene una opinión: política, economía y medicina. Y a partir de ahí, cualquier cosa es posible. Políticos que deciden en función del color de su partido sin tener en cuenta los datos científicos ni epidemiológicos, empresarios que ven disminuir sus beneficios y se olvidan de los riesgos de una pandemia global, y toda una población opinando sobre virus, contagios e incidencias. La “opinología” es la base de cualquier bulo.

¿Cuál sería su propuesta para frenar la propagación de los bulos sanitarios, especialmente los que afectan a las personas mayores?

Aumentar el control por parte del Estado en campañas como #CoNprueba, sancionar a los sanitarios que campan a sus anchas practicando pseudociencias y difundiendo bulos, desarrollar más programas de formación para que los ciudadanos puedan diferenciar entre una noticia falsa y una verdadera.

En cualquier caso, creo que es posible mejorar, pero la cura no existe. El problema de la propagación de los bulos está en todos nosotros, en la sociedad que formamos, en la basura que nos gusta consumir. Un exceso de prohibiciones y control por parte del Estado podría ser incluso contraproducente. De ahí a que Pámies y compañía sigan con impunidad absoluta hay un gran paso.

Medidas de salud pública

¿Qué medidas de salud pública cree que deberían adoptarse para atajar la desinformación?

Todo pasa por la formación del ciudadano. Se está haciendo, tanto desde el Gobierno como desde iniciativas como #SaludSinBulos. Pero está claro que es insuficiente. Hay que invertir dinero para que deje de ser un “pasatiempo” para algunos sanitarios y se convierta en una profesión. El divulgador sanitario, el que vale y sabe transmitir buena información, debería trabajar solo en eso, e incluso liberarle de la asistencia clínica.

¿Qué papel desempeñan las redes privadas de mensajería en la difusión de bulos?

Entiendo que te refieres a Whatsapp o Telegram. Está claro que son grandes difusores de bulos, pero el problema vuelve a estar en el ciudadano, que reenvía cualquier cosa sin comprobar previamente ningún dato. Consumo rápido, de lo que sea. Y cuando culpo al ciudadano, no lo hago desde un altar en el que yo quedo libre de cualquier pecado. No es así. Yo también he difundido bulos sin darme cuenta. Reenviado documentos de dudosa veracidad. Todos somos culpables.

¿Qué rol cree que desempeñan los medios de comunicación en la difusión de bulos sobre la salud?

El cuarto poder tiene un papel determinante en todo esto. Mientras siga siendo más importante el número de clics en una noticia que la propia noticia, entonces seguiremos sin tener buen periodismo. La objetividad y la imparcialidad se han perdido por el camino en el siglo XXI. Por supuesto, cualquier medio de comunicación que transmita una noticia falsa debería tener también algún tipo de repercusión negativa. Al igual que cualquier otro profesional que se equivoque y afecte al resto de la sociedad.

 

 

 

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