Mitos sobre el alcohol

Las fechas navideñas están marcadas en rojo en el calendario de muchos ciudadanos. Para algunos porque son las dos mejores semanas del año, para otros por precisamente todo lo contrario. Unos y otros, y también los que están entremedio, tienen en común que van a recibir marketing sobre el consumo de alcohol de forma masiva, como cada año por Navidades. Esta publicidad en ocasiones es evidente, otras es más sutil, bajo el titular de noticias “patrocinadas” por marcas de vino, cerveza o bebidas de alta graduación. Muy a menudo incluso no vamos a tener claro si la información que nos llega está patrocinada o no por la industria del alcohol. E incluso, en ocasiones, simplemente es el resultado de una percepción colectiva de normalización del consumo de alcohol sin ningún interés espurio detrás, resultado de una droga que lleva más de 2000 años con los humanos. Entre toda esta información que nos llega sobre las bebidas alcohólicas existen mitos muy arraigados que no tienen ninguna base científica e incluso tiene evidencia en sentido contrario. Nos disponemos a desmontar uno a uno el Top Ten de estos mitos.

  1. Alcohol como alimento

Las bebidas alcohólicas no tienen ningún aportación alimentaria y lo único que aportan son unas energías caloríficas carentes de contenido nutricional.

El consumo a veces compulsivo de comida y bebidas alcohólicas conjuntamente son nocivos para la salud. Aporta lo que se conoce como “calorías vacías”.

Incluso la presencia de las bebidas fermentadas en la pirámide nutricional presenta controversias, según distintos grupos de investigación. La realidad es que hay más riesgos que beneficios en su consumo.

El alcohol aporta 7 calorías por gramo que no pueden ser almacenadas, como en el caso de las grasas y los hidratos de carbono, y es que las bebidas alcohólicas aportan fundamentalmente agua y etanol. En general, el aporte de vitaminas y sales minerales es insignificante y solo la cerveza y el vino nos da un aporte de hidratos de carbono.

  1. Alcohol produce energía, aguantas más para disfrutar de la fiesta

El alcohol como depresor del sistema nervioso central actúa como desinhibidor de los instintos y las costumbre, produciendo en pequeñas cantidades una sensación de euforia que se convierte al poco en sensación de cansancio que no permite seguir de fiesta, o en todo caso terminar o bien con una intoxicación alcohólica si se sigue bebiendo con la consiguiente resaca el día siguiente.

Además, con ciertos consumos aparece agresividad y se falta a los más mínimos modales y educación, provocándose situaciones ridículas cuanto más alcohol se ingiere.

Incluso disminuye la líbido y provoca fracaso en las relaciones sexuales.

  1. Alcohol combate el frío

La sensación de calor viene dada por la vasodilatación periférica que provoca el etanol, aunque a nivel de la parte interior del cuerpo provoca una vasoconstricción, en ocasiones nefasta en períodos de frio intenso, por lo tanto, podemos decir que no hay una protección real.

El calor se pierde por la piel y si alguien que ha bebido se queda dormido, puede entrar en una situación de “hipotermia”.

  1. Alcohol estimulante del apetito

Aquí podemos apuntar dos realidades, por un lado, la necesidad de comer para poder aguantar más ciertos niveles de alcoholemia, y por otro la irritación gástrica que produce el etanol, con molestias que se calman comiendo. Esta ha sido la base de algunos vinos quinados, como estimulantes del apetito, especialmente en niños.

Y es que el alcohol en ayunas estimula la producción de jugos gástricos que se pueden contrarrestar comiendo.  Esto se dejó de promocionar y usar debido a las consecuencias negativas sobre el aparato digestivo. Es más, a la larga puede provocar inapetencia.

  1. Alcohol previene gripe

El consumo de bebidas alcohólicas produce sensación de calor y en un contexto de febrícula, puede producir incluso sudoración, con un efecto parecido al de los antipiréticos, lo que está claro es que el alcohol es un inmunodepresor y lejos de proteger o curar la gripe habrá mayores posibilidades de contraer virus de la influenza.

  1. Alcohol ayuda a la digestión

Suponemos que este mito viene del chupito de hierbas tras la comida, pero desafía a la lógica. Difícilmente un producto tan calórico como una bebida alcohólica va ayudar a digerir más rápido, más bien va a incrementar el contenido gástrico y con ello enlentecer el ritmo de digestión. Para tener algún sentido, el alcohol debería ser un procinético, es decir, acelerar el ritmo al que trabaja nuestro aparato digestivo, y de esto no hay ninguna evidencia. Existe evidencia que la motilidad intestinal disminuye con el consumo de alcohol. Por otra parte, el consumo de alcohol sí que es causa de gastritis, esofagitis, ulcera duodenal…

  1. Alcohol me ayuda a relacionarme mejor, a socializar

Como cualquier otra droga, lo que esperamos del alcohol va a determinar en gran medida la percepción que vamos a tener después de consumirla. Si esperamos celebraciones o sociabilización lo vamos a encontrar, de igual modo que si esperamos ahogar las penas y caer en el más absoluto K.O. técnico también llegará. A partir de cierta cantidad, sin embargo, el efecto depende más de la propia sustancia que de las expectativas previas. A dosis muy bajas, el alcohol desinhibe y esto, en algunos entornos, puede ser percibido como algo positivo y que facilita la sociabilidad, en otros muchos va a ser percibido como algo desagradable y molesto. Pero a partir de dosis no demasiado altas predomina el efecto depresor, un desanimo acompañado de tendencia al aislamiento e incluso agresividad. Lo que está claro es que el consumo de alcohol es uno de los principales factores de riesgo modificables para violencia, homicidios, y lesiones a terceros o a uno mismo según la Organización Mundial de la Salud.

  1. Alcohol para paliar la ansiedad

Las películas nos han transmitido dos momentos donde parece ideal beber alcohol (y en cantidades importantes): para ahogar las penas o para celebrar las alegrías (y si no te han sucedido ninguna de las dos cosas siempre te quedará la, para algunas personas, rutinaria cerveza después del trabajo). Parece que este 2020 invita a lo primero, gestionar las preocupaciones a través de unas cuantas dosis de cava. El alivio del nerviosismo, los malos rollos y las preocupaciones a corto plazo seguro que llega, aunque sea por efecto placebo después de tanta presión mediática para que nos lo creamos. Lo que sí sabemos es que cuando se va este efecto a corto plazo lo que queda es una preocupación mayor. Es decir, como ansiolítico el alcohol fatal…más bien es un anestésico…y cuando te despiertas (con o sin resaca) los problemas siguen allí y tu estabas demasiado desconectado para haberte ocupado de ellos. Sabemos que los centros de control cerebral (la amígdala) ante el miedo, la ansiedad y el estrés también son compartidos por la capacidad de autocontrol sobre el consumo de sustancias. Así cuando la ansiedad se descontrola, el consumo de alcohol también se puede descontrolar. Y también sabemos, que una reducción del consumo de alcohol viene acompañada de una reducción de la ansiedad.

  1. Alcohol mejora el sexo

Tal vez, dosis pequeñas de alcohol (1 o 2 copas de vino) te desinhiban e incluso te hagan percibir como más atractiva a la persona que tienes delante y eso ayude a tu función sexual, pero a partir de ahí el alcohol es un mal compañero de viaje entre las sábanas. Junto al consumo de tabaco, la escasa actividad física y la mala dieta son los principales factores de riesgo para la disfunción eréctil.  Y ya sabemos que las fiestas navideñas no invitan ni a la actividad física ni a una dieta equilibrada.

  1. Alcohol cardioprotector

Ante la frase “una copa de vino con las comidas es buena para el corazón” hay que afirmar que es sencillamente falsa.  Cualquier consumo de alcohol supone un riesgo de un problema de salud cardiovascular en las 24 horas siguientes al consumo de alcohol y en el caso de consumo de alcohol de riesgo (más de 10 gramos de alcohol para mujeres, 20 gramos para hombres al día, o lo que es lo mismo más de 1 copa de vino para ellas o 2 para ellos) las probabilidades de padecer un infarto u otro problema de salud cardiovascular está aumentada a más largo plazo.

En definitiva, algunas personas pueden tener motivos para tomar bebidas alcohólicas, otras muchas personas pueden no tener motivos y prefieren no beber (intentemos respetarlos y ayudarlos). Lo que podemos afirmar es que nadie tiene motivos para beber alcohol basados en la salud y sí tienen muchos motivos, precisamente en la salud, para dejar de beber.

 

 

 

 

 

 

 

 

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